jueves, 25 de septiembre de 2008

Los filósofos griegos y la miel





Hombre recogiendo miel. Cueva de la Araña


La miel figura en un lugar destacado de la historia de la humanidad. Sus orígenes se remontan al 7000 a.c, si nos basamos en las representaciones rupestres de la Cueva de la Araña en Bicorp (Valencia), en la que se muestra una escena con un hombre  recolectando miel y, a su alrededor, abejas revoloteando.

Pero es en la Antigua Grecia donde alcanza un lugar preponderante no sólo en la alimentación, sino en rituales cotidianos y medicina. Los filósofos griegos ya nos dejaron testimonios de sus cualidades.

Pitágoras fue uno de sus consumidores más devotos, de tal manera que en su dieta vegetariana sólo consumía pan, miel y vegetales (según las noticias de Diógenes Laercio), y atribuía su longevidad (vivió 90 años) al consumo de este alimento.

También entre los filósofos presocráticos encontramos como consumidor habitual a Demócrito, igualmente muy longevo.

Demócrito de Abdera decidió, ya viejo, dejar este mundo y prescindió del alimento cotidiano, pero como se acercaban las fiestas, las mujeres de su casa le suplicaron que no muriera hasta que acabaran, para poder así celebrarlas. Accedió y mandó que le sirviesen un cuenco lleno de miel. Demócrito sobrevivió los días necesarios consumiendo únicamente su ración de miel; pasados esos días dejó de comer miel y murió. A Demócrito siempre le había gustado la miel; le preguntaron una vez cómo se podría llevar una vida saludable, y respondió:
 "Regando el interior con miel y el exterior con aceite”.



Jenófanes de Colofón, considerado el fundador de la teología filosófica, nos deja estos versos sobre los límites del conocimiento humano.

Su observación sobre la miel confirma su creencia en la limitación del conocimiento humano, así como el contraste entre el conocimiento divino y humano:

"La verdad segura sobre los dioses y sobre todas las cosas de las que hablo no la conoce ningún humano y ninguno la conocerá. Incluso aunque alguien anunciara alguna vez la verdad más acabada, él mismo no podría saberlo: todo está entreverado de conjetura.

Desde el principio los dioses no revelaron todo a los mortales, pero éstos, buscando, en el curso del tiempo encuentran lo mejor. Si Dios no hubiera decidido hacer la amarillenta miel, más de uno pensaría que los higos son mucho más dulces".

Heráclito, el filósofo de los contrarios, manifestaba que la miel era "dulce y amarga a la vez".

En la Época Clásica, Platón conecta la miel con las fuentes que dan inspiración poética (Ion, 354 a-b):
"Pues ciertamente nos dicen los poetas que nos ofrecen los cantos que, como abejas, liban de las fuentes de las que fluye miel en algunos jardines y sotos de las Musas, revoloteando ellos también del mismo modo".
Su discípulo, Aristóteles, afirmaba que la miel "está dotada de propiedades que contribuyen al fortalecimiento de la salud y la prolongación de la vida".


Trías (Ninfas)


Las referencias en la Mitología son también numerosas. Ya Zeus, el dios supremo del Olimpo, fue alimentado con miel en su niñez y, entre las Ninfas, las llamadas Trías (muchachas-abejas), revoloteaban nutriéndose de los panales del Parnaso, y sólo cuando habían tomado miel entraban en trance profético, y en caso contrario sus profecías eran engañosas.





Formaba también parte de los ritos de la vida cotidiana en las llamadas libaciones, consistentes en derramar vino, agua y miel sobre un altar o directamente al suelo, mientras se pronunciaba una oración.

Se realizaban en ocasiones como la partida o llegada de alguien, en las horas que precedían al sueño, en banquetes y actos solemnes de la ciudad.

Sin duda, las propiedades de la miel han sido muy apreciadas en todas las culturas.






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